febrero 18, 2011

San Guinefort, el perro santo


Acabo de enterarme que tenemos un perro santo, bueno en Francia lo tuvieron y el día de hoy sigue siendo recordado por su hazaña y es famoso sobre todo por el injusto y cruel castigo que sufrío. Y esta es la historia:



Este galgo vivió en Lyon, Francia, alrededor del siglo XIII.

Un día su dueño salió todo el día y dejó a su hijo en su cuna, junto al perro. Al volver, vio que el perro tenía el hocico lleno de sangre e imaginó lo peor: que en su ausencia, Guinefort había devorado a su heredero.


Montado en cólera, arremetío contra el perro a golpes de bastón hasta matarlo. Cuál fue su sorpresa al escuchar el llanto de su hijo, a quien fue a ver en su cuna, y al lado de ella, encontró una víbora muerta, destrozada por el galgo, junto a su hijo sano y salvo.


Este santo fue recogido por el escritor Bernand Cornwell en su libro Arqueros del Rey, sin embargo, tiene otra versión. Guinefort había salvado al niño de un lobo, al esconderlo junto a la cuna. Pero de todos modos, fue asesinado por su dueño.


Arrepentido, el caballero entierra al noble animal en el bosque, y comienzan a circular los rumores de milagrosas curaciones gracias a la intervención divina del perro. Pronto se convierte en un santo popular no reconocido por la iglesia, sobre todo para la seguridad de los niños.


Sin embargo, la inquisición consideró su culto una herejía, por lo que exhumó el cadáver y quemó sus restos. Pero eso no impidío que el culto continuara hasta bien entrado el siglo XX, y se recuerde al perro como un gran defensor de hogares, hijos y amos.


El "santo" de este perro es el 22 de agosto, y su oración es: "San Guinefort, protégenos de los idiotas y las serpientes malvadas".



Muchos sabemos de historias como ésta, bueno la mayoría sin la víbora, que nos demuestran una y otra vez la nobleza y grandeza de estos seres.


Al saber sobre este perro y su dueño llego nuevamente a 2 conclusiones:

1. A veces el hombre es tan estúpido que pega (y mata) antes de preguntar y se deja llevar por las apariencias.


2. Entre más conozco al hombre más quiero a mi perro.